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Luis Boggiero Madrigal
Secretario General
- Grado en Estudios Sociológicos, Instituto Balmes de Sociología (CSIC, España)
- B.A. en Ciencias Políticas, Dublin University
- B.A. (cum laude) en Ciencias Sociales y del Comportamiento, Dublin University
- Máster en Relaciones Internacionales, Newport University
- Coach Organizacional, Universidad de los Andes
- Certified Professional Coach, Fowler Wainwright International
- Doctor Honoris Causa en Psicología Transpersonal, MLDI
- Doctor Honoris Causa, Instituto Mexicano de Victimología
- Diplomado en Estudios Sociopolíticos Contemporáneos, CIEDIS

ENTRE LA MENTIRA Y LA MANIPULACIÓN: DESINFORMACIÓN, PUBLICIDAD INVASIVA Y EMPOBRECIMIENTO MORAL EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
Luis Boggiero
Vivimos en un mundo hiperconectado, donde el acceso a la información es, paradójicamente, fuente tanto de iluminación como de oscuridad. La revolución digital prometió democratizar el conocimiento y abrir las puertas a una ciudadanía mejor informada, más crítica y participativa. Sin embargo, la realidad cotidiana parece moverse en dirección contraria. El paisaje mediático actual está plagado de noticias falsas —las célebres fake news—, discursos manipulados que responden a intereses ideológicos o económicos, y una publicidad omnipresente que busca modelar nuestros deseos más que responder a nuestras verdaderas necesidades. Esta combinación ha generado un contexto que muchos definen como una “crisis de sentido”, donde los valores tradicionales son arrinconados por un aluvión de antivalores promovidos por la industria del entretenimiento, el marketing y el poder político.
- La desinformación como estrategia política El término fake news se ha convertido en parte del lenguaje cotidiano. Se refiere a la difusión deliberada de noticias falsas o engañosas con el fin de manipular la opinión pública. Si bien la mentira no es un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad, la velocidad, alcance e impacto que adquiere en la era digital la convierte en un arma política de consecuencias incalculables. Las redes sociales amplifican el fenómeno, priorizando la emoción sobre la verdad. Gobiernos, partidos y corporaciones participan activamente en su creación y diseminación, socavando la confianza ciudadana y polarizando a las sociedades.
- Medios de comunicación y control ideológico Lejos de ser neutrales, muchos medios se han transformado en actores políticos con agendas propias. La concentración mediática en pocas manos ha limitado el pluralismo y ha convertido a la prensa en un mecanismo de reproducción ideológica. La información se edita, selecciona y distribuye no en función de la verdad, sino de la rentabilidad y del alineamiento con intereses económicos o partidistas. El resultado es una ciudadanía desorientada, atrapada entre versiones sesgadas de la realidad.
- Publicidad digital: entre lo personalizado y lo invasivo La publicidad se ha vuelto omnipresente y personalizada gracias al uso de algoritmos que registran nuestras preferencias y comportamientos. Aunque esta estrategia parece eficaz para segmentar audiencias, en la práctica satura, abruma y vulnera la privacidad. Además, en muchos casos promueve necesidades artificiales y estilos de vida inalcanzables. Su función ya no es solo vender productos, sino crear aspiraciones y deseos moldeados por lógicas de consumo.
- El fenómeno del agotamiento informativo El exceso de información, paradójicamente, nos vuelve menos informados. La sobreexposición a datos, titulares y opiniones nos lleva al agotamiento cognitivo, disminuyendo nuestra capacidad de discernimiento. Este agotamiento favorece la desinformación, porque el individuo, abrumado, se refugia en lo superficial o en lo que confirma sus creencias previas.
- Redes sociales y la cultura del impacto Vivimos atrapados en una lógica de la inmediatez, donde la velocidad prima sobre la profundidad. Las redes sociales han desplazado al razonamiento por la reacción emocional. Lo que importa no es la veracidad, sino la viralidad. Esta cultura del impacto trivializa los debates importantes y reduce la participación ciudadana a la indignación pasajera.
- El imperio del algoritmo Los algoritmos deciden qué vemos, qué compramos, qué opinamos. Estas códigos invisibles determinan nuestra experiencia digital sin que lo notemos. Las burbujas informativas que generan confirman nuestras ideas, dificultando el diálogo y fortaleciendo los prejuicios. Nos volvemos fáciles de manipular, convencidos de que elegimos libremente lo que en realidad nos ha sido sugerido.
- Antivalores y empobrecimiento moral En lugar de promover el pensamiento crítico, el respeto y la solidaridad, la cultura dominante celebra la superficialidad, el egocentrismo y la competencia despiadada. El culto a la imagen, la celebración del escándalo y la banalización del dolor ajeno son síntomas de un deterioro ético profundo. Los referentes tradicionales de moralidad han sido desplazados por figuras mediáticas vacías de contenido.
- Cultura del entretenimiento y banalización de la vida La televisión basura, los influencers sin mensaje, la música degradada en contenido... todo contribuye a una cultura del entretenimiento que no informa, no eleva, no enriquece. En su lugar, aturde, anestesia y distrae. La banalización de la vida impide la reflexión, el compromiso y la formación de una conciencia social activa.
- Efectos psicológicos: ansiedad, alienación, vacío La exposición constante a estímulos vacíos y contradictorios genera malestar emocional. Las nuevas generaciones presentan indicadores crecientes de ansiedad, depresión y alienación. Se sienten vacías, insatisfechas, presionadas por ideales irreales. La salud mental se resiente en una sociedad que premia la apariencias y castiga la autenticidad.
- Desigualdad, pobreza y manipulación La manipulación informativa afecta con mayor crudeza a los sectores más vulnerables, que tienen menor acceso a información veraz y herramientas críticas. La desinformación refuerza estigmas, perpetúa exclusiones y dificulta la participación en procesos democráticos. Así, la pobreza material se ve acompañada por una pobreza cognitiva y simbólica.
- ¿Es esta visión pesimista o realista? Podría parecer que caemos en un fatalismo sin salida, pero este diagnóstico no debe paralizarnos. Reconocer la gravedad de la situación es el primer paso hacia su transformación. Esta visión es realista en la medida en que invita a la acción, a la toma de conciencia, a la movilización ética e intelectual.
- El papel de la educación crítica La educación debe convertirse en una herramienta de emancipación. No basta con transmitir conocimientos técnicos: es urgente fomentar la capacidad de pensar, de cuestionar, de argumentar. La educación crítica debe formar ciudadanos reflexivos, resistentes a la manipulación y comprometidos con el bien común.
- Ciudadanía activa y alfabetización mediática Los ciudadanos pueden y deben adquirir herramientas para decodificar los mensajes mediáticos. La alfabetización mediática enseña a distinguir fuentes, verificar información, identificar intereses ocultos. Es una forma de resistencia civil ante el bombardeo informativo.
- El papel del periodismo ético Frente al sensacionalismo, la prensa rigurosa y comprometida con la verdad debe recuperar su rol social. El periodismo ético es un bien público que fortalece la democracia. Apoyarlo, exigirlo y promoverlo es tarea de todos.
- Alternativas tecnológicas responsables Desde navegadores éticos hasta redes sociales descentralizadas, existen alternativas digitales que priorizan la privacidad y el respeto al usuario. Fomentar su uso y desarrollo es parte de una cultura tecnológica más justa.
- Espiritualidad, ética y sentido trascendente El rescate de los valores no es solo una tarea cultural, sino espiritual. Volver la mirada a principios universales como la compasión, la justicia, la humildad y el respeto es fundamental para reconstruir el tejido social.
- Acciones cotidianas para resistir Desde desactivar notificaciones hasta priorizar la lectura reflexiva, hay gestos diarios que fortalecen nuestra libertad interior. Elegir qué ver, qué leer, a quién escuchar es un acto de soberanía.
- Propuestas para el futuro Fomentar la educación mediática, regular la publicidad invasiva, democratizar los medios, fortalecer la prensa independiente, enseñar pensamiento crítico desde la infancia. Todo esto forma parte de un proyecto de sociedad consciente, libre y solidaria.
Pero no todo está perdido. Frente a la manipulación, hay caminos de liberación. Frente a la mentira, la búsqueda de la verdad. Frente a los antivalores, la reafirmación de la dignidad humana. Estamos llamados no solo a resistir, sino a transformar el mundo en un espacio donde la información sea fuente de sabiduría, la tecnología herramienta de libertad, y la cultura un canto a la vida digna.

En un mundo cada vez más interconectado, transparente y vigilado por consumidores informados, inversores responsables y legisladores atentos, la pregunta de si la ética empresarial es rentable ya no puede responderse solo desde el plano moral. Hoy, es una cuestión estratégica. ¿Puede una empresa que actúa con integridad, responsabilidad social y compromiso ambiental ser tan competitiva como una que maximiza beneficios a cualquier coste? La respuesta, avalada por estudios, experiencias y tendencias globales, es un rotundo sí. La ética empresarial no solo es un buen negocio: es el mejor negocio a largo plazo.
La ética: mucho más que un código de conducta
La ética empresarial va más allá del cumplimiento de la ley. Implica asumir principios de integridad, equidad, justicia, respeto a los derechos humanos y sostenibilidad en todas las áreas de la actividad corporativa. Abarca desde cómo se trata a los empleados, clientes y proveedores, hasta cómo se gestionan los recursos, se paga la fiscalidad o se interactúa con el entorno social y ambiental.
Una empresa ética no actúa simplemente para evitar sanciones, escándalos o boicots; lo hace porque reconoce que su legitimidad y sostenibilidad dependen de su reputación, de su licencia social para operar y de su capacidad para generar valor compartido.
Reputación y confianza: los activos más valiosos
Uno de los beneficios más claros de la ética empresarial es la construcción de reputación. En la era digital, donde la información viaja a la velocidad de un clic, las malas prácticas son rápidamente expuestas y castigadas por la opinión pública. Por el contrario, las empresas que actúan con transparencia, que reconocen sus errores, que promueven valores auténticos, generan confianza y lealtad entre sus consumidores, empleados e inversores.
Según el Edelman Trust Barometer, los consumidores están cada vez más dispuestos a premiar a las empresas que se alinean con sus valores y a castigar a aquellas que no lo hacen. Un escándalo de corrupción o una denuncia de explotación laboral pueden destruir años de esfuerzo y millones en inversión publicitaria.
La ética, entonces, se convierte en un factor diferenciador en un mercado saturado. Una marca ética transmite autenticidad, solidez y compromiso, y esto se traduce en valor de marca, fidelidad de clientes y atracción de talento.
La ética como ventaja competitiva
Contrario a lo que algunos sostienen, ser ético no es un lujo que encarece los costos o limita la competitividad. Numerosos estudios demuestran que las empresas con altos estándares éticos y de responsabilidad social obtienen mejores resultados económicos sostenibles en el tiempo. ¿Por qué?
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Mayor productividad interna: Los empleados que perciben que su empresa actúa con justicia, que promueve un clima laboral sano, inclusivo y coherente, trabajan con mayor motivación, compromiso y creatividad.
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Menor rotación de personal: Las compañías éticas retienen mejor el talento. La rotación constante genera altos costes operativos, formativos y humanos.
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Atracción de inversión responsable: Cada vez más fondos de inversión aplican criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) para decidir dónde colocar su dinero. La ética es hoy un criterio de inversión.
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Mejor gestión del riesgo: Las empresas que gestionan éticamente su relación con la comunidad, el medioambiente y sus stakeholders anticipan mejor los riesgos reputacionales, regulatorios y operativos.
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Clientes más leales: Un consumidor que percibe coherencia, transparencia y compromiso en una marca, está dispuesto a pagar más y defenderla frente a competidores.
Casos de éxito: ética y rentabilidad van de la mano
Empresas como Patagonia, Ben & Jerry’s, The Body Shop, Danone, Unilever o incluso grandes tecnológicas como Microsoft han mostrado que es posible construir imperios empresariales con base en valores sólidos. No son perfectas, pero hacen de la ética un eje estratégico. Comunican sus compromisos, rinden cuentas y se someten a evaluaciones externas. Su éxito demuestra que la ética no es un obstáculo para la innovación ni la expansión, sino un impulso para ambas.
En América Latina, iniciativas como el Sistema B han promovido el surgimiento de empresas “B” certificadas: negocios que buscan no solo el beneficio económico, sino también el impacto positivo en la sociedad y el planeta. Estas empresas prueban que es posible generar ganancias haciendo el bien.
El costo de la falta de ética
Las empresas que ignoran la ética lo hacen a su propio riesgo. Los casos de Enron, Volkswagen, Wells Fargo o Facebook (Meta) muestran que las malas prácticas pueden generar pérdidas multimillonarias, juicios interminables, pérdida de confianza y destrucción de valor. La falta de ética puede generar efectos devastadores no solo para la empresa, sino también para sus empleados, clientes y la sociedad entera.
Un estudio de la Universidad de Harvard evidenció que las empresas con malas prácticas éticas pierden más del 30% de su valor bursátil en los cinco años siguientes a un escándalo. Además, tardan mucho tiempo —si es que lo logran— en recuperar su prestigio.
Ética empresarial y sostenibilidad: dos caras de una misma moneda
En un contexto global marcado por la crisis climática, la desigualdad social, el agotamiento de recursos y la vigilancia ciudadana, la ética empresarial se conecta directamente con la sostenibilidad. No es posible ser sostenible sin ser ético. Y sin sostenibilidad, no hay futuro empresarial.
Las empresas del siglo XXI no pueden limitarse a obtener beneficios financieros. Tienen la responsabilidad —y la oportunidad— de liderar el cambio hacia una economía más justa, regenerativa y humana. Y este liderazgo ético es lo que las hará verdaderamente competitivas y resilientes.
Un buen negocio con propósito
La ética empresarial no es una opción marginal ni un discurso de marketing: es un modelo de gestión inteligente, estratégico y necesario. Aporta ventajas tangibles e intangibles, protege a la empresa de riesgos, fortalece su cultura interna, mejora su reputación y la conecta con los desafíos del mundo actual.
Las empresas que integran la ética en su ADN son las que construyen confianza, inspiran a sus equipos, fidelizan a sus clientes y perduran. Son aquellas que entienden que el verdadero éxito no se mide solo en cifras, sino en el impacto que dejan en las personas y en el planeta.
Sí, la ética empresarial es un buen negocio. Y probablemente, el único negocio viable a largo plazo.

Inteligencia Artificial y Cultura de Paz: Un Enfoque Prometedor para el Futuro.Luis Boggiero MadrigalLa inteligencia artificial (IA) ha emergido como una herramienta poderosa en la era moderna, transformando industrias, revolucionando la forma en que interactuamos con la tecnología y, más notablemente, ofreciendo soluciones innovadoras a problemas complejos. En medio de estos avances, hay un aspecto crucial pero a menudo subestimado de la IA: su capacidad para promover una cultura de paz en el mundo.La cultura de paz, definida por la UNESCO como un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida que rechazan la violencia y previenen los conflictos abordando sus raíces estructurales, es fundamental para el progreso humano. La inteligencia artificial, con su potencial para fomentar la comprensión, la colaboración y la resolución de problemas, puede desempeñar un papel vital en la promoción de estos ideales.En primer lugar, la IA puede facilitar la comunicación intercultural y la comprensión mutua. A través de algoritmos de traducción avanzados y sistemas de procesamiento del lenguaje natural, la IA puede eliminar las barreras lingüísticas que a menudo obstaculizan la comunicación entre diferentes culturas y comunidades. Esto permite un intercambio de ideas más fluido y una mayor apreciación de las diversas perspectivas y experiencias, sentando las bases para la construcción de puentes entre sociedades diversas.Además, la inteligencia artificial puede ser utilizada para prevenir conflictos y promover la resolución pacífica de disputas. Los modelos de aprendizaje automático pueden analizar grandes conjuntos de datos para identificar patrones y tendencias que puedan indicar tensiones sociales o brotes de violencia inminentes. Al anticipar estos problemas, los líderes y las organizaciones pueden intervenir de manera proactiva, implementando medidas preventivas y mediando en conflictos antes de que escalen.Un ejemplo notable de esto es el trabajo realizado por el Proyecto Minerva, una iniciativa conjunta de varias universidades y organizaciones de investigación que utiliza algoritmos de IA para predecir conflictos civiles. Al analizar datos demográficos, económicos, políticos y sociales, el proyecto ha logrado identificar factores de riesgo que pueden conducir a la violencia, permitiendo a los gobiernos y las agencias humanitarias tomar medidas preventivas para evitar conflictos y proteger a las poblaciones vulnerables.Además de prevenir conflictos, la IA también puede desempeñar un papel importante en la promoción de la reconciliación y la construcción de la paz después de períodos de conflicto. Los sistemas de IA pueden ayudar a identificar y abordar las causas subyacentes del conflicto, facilitando la rehabilitación y la reintegración de los afectados. Además, la IA puede ser utilizada para promover la justicia y la rendición de cuentas, ayudando a documentar violaciones de derechos humanos y facilitar procesos de verdad y reconciliación.Sin embargo, a medida que exploramos el potencial de la IA para promover una cultura de paz, también debemos ser conscientes de los desafíos y riesgos asociados con su uso. La IA no es inherentemente neutral y puede reflejar y amplificar sesgos existentes en los datos y algoritmos utilizados para entrenarla. Esto plantea preocupaciones éticas y sociales sobre la equidad, la privacidad y el control humano sobre las decisiones automatizadas.Para abordar estos desafíos, es fundamental que los desarrolladores, los responsables políticos y la sociedad en su conjunto trabajen juntos para garantizar que la IA se utilice de manera ética y responsable. Esto requiere la implementación de marcos regulatorios sólidos, la promoción de la transparencia y la rendición de cuentas en el desarrollo y la implementación de sistemas de IA, y el fomento de la diversidad y la inclusión en la comunidad de IA para garantizar que se reflejen una amplia gama de perspectivas y experiencias.En resumidas cuentas, la inteligencia artificial tiene el potencial de ser una fuerza poderosa para promover una cultura de paz en el mundo. Al facilitar la comunicación intercultural, prevenir conflictos, promover la reconciliación y la justicia, la IA puede ayudar a construir un futuro más pacífico y próspero para todos. Sin embargo, para aprovechar plenamente este potencial, debemos abordar de manera proactiva los desafíos éticos y sociales asociados con su uso y trabajar juntos para garantizar que la IA se utilice de manera ética y responsable en beneficio de la humanidad.